ARTICULO 39 CPEUM. LA SOBERANIA NACIONAL RESIDE ESENCIAL Y ORIGINARIAMENTE EN EL PUEBLO. TODO PODER PUBLICO DIMANA DEL PUEBLO Y SE INSTITUYE PARA BENEFICIO DE ESTE. EL PUEBLO TIENE EN TODO TIEMPO EL INALIENABLE DERECHO DE ALTERAR O MODIFICAR LA FORMA DE SU GOBIERNO.

lunes, 25 de julio de 2016

"Ni olvido ni perdón" (Revista Proceso, 24 de julio, 2016)

Imágen de Peña Nieto y Nuño colocada en la entrada de Nochixtlán, Oaxaca
John M. Ackerman

Enrique Peña Nieto nos ha pedido perdón por el escándalo de la “Casa Blanca” y Aurelio Nuño nos invita a dejar atrás la masacre de Nochixtlán para debatir sobre su nuevo “modelo educativo” neocolonial y privatizante. Al más típico estilo priista se privilegia la impunidad por encima de todo. Se repite el escenario que tuvo lugar a finales de 2014, cuando Peña Nieto llamó a los mexicanos a simplemente “superar” la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa. Con el tradicional coctel de demagogia, represión, guerra mediática y reformas simuladoras, se busca tender una cortina de humo que recubra y nos haga olvidar los enormes agravios cometidos contra la sociedad durante el sexenio actual.

En respuesta al olvido y el perdón que pide el gobierno, a los ciudadanos nos toca mantener viva la memoria, exigir castigos ejemplares para los responsables del desastre nacional, así como trazar una ruta de escape que pase por la revocación de todas las “reformas estructurales” y el diseño de un plan estratégico hacia la construcción de una nueva República.

Llama la atención que en el mismo momento en que Nuño anunciaba su “modelo educativo”, el miércoles 20, un grupo de porros escoltados por la fuerza pública irrumpió violentamente en el bloqueo establecido por maestros y organizaciones sociales en la autopista entre San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez. Se ratifica la elección preferencial de este gobierno por la ley del garrote.

Nuño ha colocado como ejes prioritarios de su modelo la enseñanza del inglés, el fomento de “valores para la convivencia” y la autonomía de gestión para las escuelas. En otras palabras, se buscará impulsar una lógica neocolonial, una cultura de obediencia ciega a la autoridad, así como la privatización de los planteles escolares por medio del cobro de cuotas. En contraste, la columna vertebral de un verdadero modelo educativo tendría que ser la historia, el pensamiento crítico y la gratuidad absoluta de la educación impartida por el Estado.

Por otra parte, el nuevo Sistema Nacional Anticorrupción promulgado el lunes pasado por el ocupante de Los Pinos, es un bodrio que se limita a crear una serie de nuevas “coordinaciones” y “comités” que solamente generarán mayor caos entre las diversas instancias de control interno, control externo, sanción y fiscalización en los diferentes poderes y niveles del Estado mexicano. Ahora será aún más difícil que nunca saber quién es el verdadero responsable por hacer valer la rendición de cuentas. Esta situación de confusión institucionalizada abrirá jugosos negocios para una infinidad de consultores y “expertos” pero también garantizará la continuidad del sistema de impunidad estructural que está destruyendo la legitimidad de las instituciones públicas.

En contraste, el manifiesto divulgado la semana pasada por las autoridades municipales y agrarias de más de 150 pueblos originarios de Oaxaca, durante su histórica caravana hacia la Ciudad de México, constituye un excelente punto de partida para el necesario esfuerzo de construcción de unidad popular y ciudadana. Esta nueva agrupación plural de pueblos indígenas surgió a raíz de la masacre de Nochixtlán del pasado 19 de junio y se ha inspirado en la valiente lucha de la CNTE y de todos los maestros del país contra la reforma educativa.

De manera importante, las demandas de los pueblos oaxaqueños en resistencia rebasan las dimensiones locales y gremiales que suelen acotar la fuerza de los movimientos sociales. Las cuatro exigencias de lo que podemos llamar el “Manifiesto de Oaxaca” son: 1) justicia por los crímenes de Nochixtlán; 2) abrogación de las 12 “reformas estructurales” aprobadas en el actual sexenio, en particular la educativa; 3) libertad inmediata de todos los presos políticos del país; 4) juicio político contra el titular del Ejecutivo Federal, Enrique Peña Nieto.

Son demandas absolutamente razonables a las cuales tendríamos que sumarnos todos. Constituyen una agenda mínima para iniciar un proceso de articu­lación social y política hacia el rescate de la nación, basado en principios universales de justicia, dignidad, democracia y rendición de cuentas. Habría que considerar la organización de mesas formales de negociación y diálogo entre los diferentes sectores y organizaciones en resistencia para alimentar este manifiesto, incluyendo la participación de estudiantes, maestros, indígenas, intelectuales, militantes y dirigentes de Morena, familiares de desaparecidos, luchadores medioambientales, pequeños y medianos empresarios, periodistas en resistencia, defensores de derechos humanos, obreros y campesinos en general, entre otros.

Ya no podemos seguir con la dinámica de mesas de negociación y diálogo exclusivamente con el gobierno. La CNTE y los padres de familia de Ayotzinapa tienen razones muy legítimas para reunirse con la autoridad, pero harían bien en demostrar el mismo compromiso en sus relaciones con sus amigos y colegas de otras organizaciones sociales y políticas. El asambleísmo y los pronunciamientos generales de unidad tampoco son suficientes. Hace falta iniciar el arduo proceso de reconocer y dirimir las diferencias existentes entre movimientos así como construir acuerdos de acción coordinada entre las diversas resistencias.

El gobierno federal siente pasos en la azotea. Los resultados electorales del pasado 5 de junio, los históricos niveles de desaprobación ciudadana para el presidente de la República, el desprestigio de Enrique Peña Nieto en el exterior y las encuestas que demuestran el firme avance de Andrés Manuel López Obrador hacia 2018, tienen al régimen contra la pared. El poder se encuentra atrapado en el mismo laberinto de siempre de simulaciones y represiones. Al pueblo nos toca desmontar los sectarismos destructivos así como templar nuestra obsesión con las instituciones realmente existentes.

Twitter: @JohnMAckerman

Publicado en Revista Proceso No. 2073
(C) John M. Ackerman, todos los derechos reservados

lunes, 11 de julio de 2016

"Tiempo agotado" (Revista Proceso, 10 de julio, 2016)

Miguel Ángel Osorio Chong
John M. Ackerman

El viernes 1 de julio el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, anunció que el “tiempo se había agotado” para las movilizaciones magisteriales. Unos días antes el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, utilizó la expresión de Gustavo Díaz Ordaz para señalar que su gobierno había sido “tolerante a extremos criticables” con respecto a las protestas de los maestros y padres de familia.

Las similitudes entre el discurso de los “nuevos” y los “viejos” líderes autoritarios recubren una diferencia de fondo entre los dos momentos históricos. Hoy el sistema autoritario se ve desgastado y agotado. Ya no controla los destinos de la nación como antes.

Desde la creación del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1946, el pilar central del sistema de control político ha sido la figura del presidente de la República. El ocupante de Los Pinos se convirtió en el sol alrededor del cual el negocio de la corrupción y la impunidad se administraba en todo el país. El primer mandatario siempre intentaba proyectar una imagen de estadista y se aseguraba de que sus subalternos, secretarios de Estado o gobernadores pagaran los platos rotos de los escándalos que periódicamente interrumpían la narrativa del poder.

Hoy la competencia desleal entre los diferentes integrantes del gabinete presidencial y los gobernadores ha transformado el tablero. La rebatiña entre Aurelio Nuño, Miguel Ángel Osorio Chong, Luis Videgaray, Manlio Fabio Beltrones, Manuel Velasco, Rafael Moreno Valle y otros, para lograr la candidatura de la continuidad autoritaria en 2018 ha invertido el sistema de reparto de culpas y responsabilidades. En lugar de pasar los costos políticos a los subalternos del presidente, hoy son los subalternos quienes pasan los costos al mandatario.

Como un edificio sin fusibles, la descarga de cada escándalo pasa con toda su fuerza directamente al centro de operaciones, generando un desgaste enorme en todo el sistema. En otros tiempos, una masacre tan transparente y brutal como la de Nochixtlán hubiera generado inmediatamente la renuncia de alguien relevante, quizás el gobernador de Oaxaca o, en su caso, el secretario de Gobernación o el de Educación. Hace apenas dos años tuvo que separarse de su cargo el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, en respuesta a las enormes movilizaciones que surgieron a raíz de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa. Pero hoy ni siquiera el comisionado general de la Policía Federal, Enrique Galindo, ha tenido que renunciar.

El resultado ha sido un constante desgaste en la imagen del presidente de la República. Hasta el periódico El Universal, un medio que ha tenido un trato muy generoso con el régimen actual, admite que la aceptación popular de Enrique Peña Nieto hoy se encuentra en un mínimo histórico, con una valoración positiva de sólo 29%.

Un estudio más independiente seguramente arrojaría una cifra aún menor. ¿Cuántas personas en tu círculo cercano del trabajo, la escuela, tu comunidad o la familia tienen una opinión favorable sobre Peña Nieto? En realidad, las opiniones positivas difícilmente rebasarían 15 o 20% de los mexicanos. Una clara muestra del nivel al que ha llegado el repudio hacia el primer mandatario es el hecho de que 51% de las personas que contestaron a la pregunta “¿qué es lo mejor que ha hecho el presidente?” respondieron secamente con la palabra “nada” (véase: http://ow.ly/NuxQ3021pE9).

Ahora bien, el viejo sistema no solamente inflaba artificialmente al presidente de la República, sino que también era experto en reprimir, dividir y cooptar a los movimientos sociales. En esta materia también se nota un desgaste importante. El escarmiento de ­Nochixtlán fue un rotundo fracaso para el gobierno. En lugar de infundir miedo en la población y despejar las carreteras del país, ha generado una reacción de movilizaciones en cadena en todo el país.

La atinada estrategia de negociación de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) también ha roto con los patrones históricos del autoritarismo. El gobierno normalmente insiste en tratar las demandas específicas de manera separada con los líderes de cada organización social o sindical. Ello con el propósito de aislar y cooptar a cada grupo a partir del ofrecimiento de dádivas a los líderes correspondientes.

Pero la CNTE se ha negado a entrar a este juego autoritario de control social. Las diferentes secciones sindicales han presentado un frente unido e insistido en consultar a sus bases sobre todos los acuerdos. Asimismo, el movimiento se ha aliado con otros sectores de la sociedad (la comunidad de Nochixtlán, maestros y estudiantes universitarios, etcétera) y, en lugar de buscar beneficios personales o gremiales particulares, ha mantenido firme su demanda de abrogación de la reforma educativa.

Esta actitud profundamente democrática y social ha generado una amplia solidaridad en todo el país. Las históricas movilizaciones magisteriales en Monterrey y la Ciudad de México, por ejemplo, no se explican sin este énfasis en los temas generales por encima de los asuntos particulares en la mesa de negociación. La claridad de la posición de la CNTE también ha creado el espacio político necesario para permitir a los padres de familia de Ayotzinapa romper dignamente con las negociaciones simuladas que les ofrecen desde la Secretaría de Relaciones Exteriores.

El tiempo se le acaba al régimen y se abre una enorme oportunidad para transformar a la nación. ¿El pueblo, los movimientos y los ciudadanos sabremos aprovechar la coyuntura para finalmente poner fin al sistema de corrupción, saqueo y violencia estructural en el poder desde 1946?



Twitter: @JohnMAckerman