ARTICULO 39 CPEUM. LA SOBERANIA NACIONAL RESIDE ESENCIAL Y ORIGINARIAMENTE EN EL PUEBLO. TODO PODER PUBLICO DIMANA DEL PUEBLO Y SE INSTITUYE PARA BENEFICIO DE ESTE. EL PUEBLO TIENE EN TODO TIEMPO EL INALIENABLE DERECHO DE ALTERAR O MODIFICAR LA FORMA DE SU GOBIERNO.

miércoles, 21 de febrero de 2018

"Diálogos por la democracia" (Revista Proceso, 18 de febrero, 2018)

John M. Ackerman

Todavía no inician de manera formal las campañas electorales y ya arrecia la guerra sucia y las estrategias de miedo. El nuevo “spot” del PRI amenaza con la desaparición, como por arte de magia, de todas las instituciones y los apoyos gubernamentales en caso de que “ya sabes quien” gane en los comicios presidenciales.

Recientemente un internauta puso en circulación un videojuego donde los participantes tienen como objetivo matar a la mayor cantidad de ciudadanos posibles antes de que cumplan con su obligación ciudadana de emitir su voto. Y el fin de semana pasado, el Presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, lanzó deleznables epítetos racistas en contra de los integrantes del principal partido opositor: Morena. 

Recordemos también como el año pasado, en el día previo a las elecciones para gobernador en el Estado de México, en múltiples oficinas de Morena de esa entidad aparecieron cabezas de puerco y cruces ensangrentadas.  Y el mismo día de los comicios-el domingo 4 de junio- se distribuyeron cientos de miles de volantes con calumnias en contra de la candidata de Morena, Delfina Gómez, y se realizaron miles de llamadas con amenazas violentas en contra de quienes estaban registrados como representantes de casilla del mismo partido. 

También debemos tener presente la reciente aprobación de la Ley de Seguridad Interior, una norma que viola flagrantemente la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos al intentar legalizar la militarización de la seguridad pública y evitar la rendición de cuentas de las Fuerzas Armadas por los abusos sistemáticos de sus integrantes a los derechos humanos.  En caso de que las estrategias de miedo y de intimidación no funcionen para desalentar la participación ciudadana en las elecciones, el régimen autoritario se estará preparando para también recurrir directamente a la fuerza.
No es suficiente solamente indignarnos frente a este escenario tan problemático.  Los ciudadanos también tenemos la responsabilidad de hacer nuesta parte para elevar el nivel del debate público.

Las seis semanas de “intercampaña”, entre el fin de las campañas internas de los partidos el domingo 11 de febrero y el inicio de las campañas oficiales el próximo 30 de marzo, constituyen una excelente oportunidad para que la sociedad mexicana tome la palestra e imponga una nueva dinámica al debate político-electoral. Urge hacerlo ahora, antes de que la voz ciudadana se pierda entre el alud de anuncios, bots, cancioncitas y espectaculares de los partidos y los candidatos que se lanzarán con el inicio formal de las campañas.

La democracia es demasiado importante para dejarla solamente en las manos de las instituciones electorales o de los partidos políticos.  No podemos confiar ciegamente o darles un cheque en blanco al INE, al Tribunal Electoral o a la FEPADE; tampoco al PRI, al PAN, al PRD o a Morena. A todos, absolutamente todos, tenemos que exigirles que cumplan estrictamente con sus mandatos legales y con sus compromisos con la ciudadanía.

La democracia no se construye con ciudadanos “confiados” que esperan que otros hagan el trabajo que les toca a ellos, sino con ciudadanos críticos y participativos que defienden sus derechos. La democracia no es un regalo o una dádiva entregada desde las altas esferas del poder a la población, sino el resultado de una lucha social cotidiana desde abajo.

Hoy, son 88 millones de ciudadanos mexicanos hoy cuentan con su credencial de elector; de ellos  26 millones de ellos, casi 30%, son jóvenes menores de 30 años. Y 15 millones, 17% del total, son menores de 25 años; este 1 de julio será la primera vez en que podrán votar por el Presidente de la República.

Estamos en buenas manos.

Es falso que los jóvenes de hoy sean apáticos, distraídos o incultos.  Con cada Tweet, con cada intervención en aula, con cada blog, con cada voto y con cada protesta nos están demostrando que están a la altura de las circunstancias históricas, listas para canalizar su justificada indignación y su legítima desconfianza por vías pacíficas para participar en la construcción de un México mejor para todos y todas.

La enorme responsabilidad y compromiso de la nueva generación quedaron demostrados y comprobados con su histórica participación en las labores de rescate después de los trágicos sismos del pasado mes de septiembre.  Este mismo espíritu de participación, de conciencia y de solidaridad tendría que manifestarse de nuevo ahora en la coyuntura de una de las elecciones más importantes en la historia del país.

En este contexto, el 14 y 15 de febrero pasados nació la nueva iniciativa universitaria “Diálogos por la democracia” (véase: www.dialogosdemocraciaunam.mx) con la celebración de su primer evento: la Conferencia Internacional “Democracia y autoritarismo en México y el mundo, de cara a las elecciones de 2018” donde hubo más de 50 ponentes de México y el extranjero cuyo material es un valioso aporte al  debate plural sobre la situación actual y la trayectoria histórica del sistema político mexicano en el contexto internacional.

Esta iniciativa universitaria precisamente busca superar la guerra sucia para generar espacios para un auténtico diálogo de ideas con absoluto respeto a la enorme diversidad ideológica de la comunidad universitaria.  Nuestro objetivo es promover el acercamiento y la colaboración de especialistas con el fin de impulsar la investigación, la difusión, la reflexión y la acción de la comunidad universitaria sobre los diversos temas relacionados con la teoría y la práctica de la democracia y el autoritarismo en México y el mundo.

Específicamente, en la coyuntura electoral actual, la iniciativa “Diálogos por la democracia” generará espacios de discusión sobre la cultura democrática en las diferentes entidades académicas de la UNAM, dará seguimiento a los acontecimientos más importantes del proceso electoral, ofrecerá formación y asesoría a la comunidad universitaria y la sociedad en general sobre derechos y obligaciones en materia electoral, y promoverá la participación ciudadana como observadores electorales acreditados ante el INE.

¡Ya basta de guerra sucia! Elevemos el nivel. La democracia es nuestra.

@JohnMAckerman

Publicado en Revista Proceso No. 2155
(c) John M. Ackerman


COBERTURA EN PRENSA DEL SEMINARIO INTERNACIONAL "DEMOCRACIA Y AUTORITARISMO EN MÉXICO Y EL MUNDO, DE CARA A LAS ELECCIONES DE 2018"


martes, 6 de febrero de 2018

"Obama tiene la culpa" (Revista Proceso, 4 de febrero, 2018)

John M. Ackerman

Donald Trump es un neofascista y un racista que odia a los mexicanos. Está utilizando la frágil situación migratoria de los cientos de miles de dreamers, jóvenes migrantes que no cuentan con residencia legal pero que llegaron a Estados Unidos de niños, para chantajear a los diputados y senadores del Partido Demócrata a fin de que financien el muro multimillonario en la frontera con México y permitan la expulsión masiva de migrantes, así como la separación de sus familias.

El magnate neoyorquino merece todo nuestro repudio como mexicanos desde ambos lados del Río Bravo. Sin embargo, también es importante reconocer que la situación actual no surgió de la nada, sino que es producto de la desidia y la traición de Barack Obama, Hillary Clinton y todos los demócratas a la causa de los migrantes cuando ellos tenían las riendas del poder en las manos.

Obama nunca fue amigo de México o los mexicanos. El expresidente y su canciller siempre dieron un espaldarazo cómplice y ciego a los gobiernos corruptos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Obama también deportó a más de 3 millones de inmigrantes durante sus ocho años en la Casa Blanca, más que cualquier otro presidente en la historia de Estados Unidos. No por nada ganó el mote de “Deportador-en-Jefe” entre la comunidad de defensores de los derechos de migrantes.

Obama también demostró su desprecio hacia los migrantes cuando dejó que se muriera el Dream Act, que hubiera legalizado formalmente a cientos de miles de jóvenes mexicanos. Sobre todo durante los primeros dos años de su administración, cuando el Partido Demócrata controlaba la Cámara de Representantes entre 2008 y 2010, Obama pudo haber aprobado esta ley aun por encima de la oposición del Partido Republicano. Sin embargo, el presidente prefirió utilizar la popularidad y el poder político del que gozaba al principio de su administración para empujar otros temas de política interior y exterior. A los migrantes se les informaba que tenían que esperar en la fila.



Sin embargo, de manera hipócrita, cuando Obama temía perder su reelección en 2012 de repente se dio cuenta de que debía hacer algo para garantizar el voto de los “hispanos”, el término que se utiliza en Estados Unidos para referirse a todos los residentes que tengan alguna ascendencia latinoamericana. De lo contrario, indignado por el maltrato por su administración, este sector podría haberlo abandonado y ejercido un voto de castigo en su contra.

Así que unos meses antes de las elecciones de noviembre de 2012, Obama se sacó de la manga un nuevo programa, el ahora famoso Deferred Action for Children Arrivals (DACA), que ofrecía algunas protecciones estrictamente temporales a una parte de la comunidad de los dreamers. Este programa generó gran esperanza y expectativa entre la comunidad migrante, pero en realidad no fue más que atole con el dedo. En lugar de empujar la aprobación por el Congreso de la Unión de una ley que legalizaría formalmente a los jóvenes migrantes, Obama prefirió la ruta más rápida y mediática de aplicar directamente una “acción ejecutiva” en junio de 2012, con el fin de acarrear el apoyo de esta comunidad a la víspera de las elecciones.

Funcionó la estrategia. Obama ganó su reelección en gran medida por el enorme apoyo que recibió de la población latina y de los mexicanos en particular. De acuerdo con la encuesta de salida de The New York Times, en noviembre de 2012, 71% de los latinos votaron por Obama en 2012, 4% más que en su primera elección de 2008.

Algunos esperaban que Obama devolviera el favor del apoyo electoral latino con nuevas reformas para ahora sí legalizar plenamente a los 11.5 millones de inmigrantes que hoy viven y trabajan sin papeles en Estados Unidos. Pero en su segundo mandato Obama de nuevo traicionó la esperanza de los indocumentados y jamás se materializó sus constantes promesas de “arreglar el descompuesto sistema de migración”.

Es Obama entonces quien tiene la culpa de que Trump ahora pueda utilizar a los dreamers y el programa DACA como moneda de cambio para lanzar un ataque descarnado en contra de México y los mexicanos. Es cierto que hace unos días los demócratas en el Congreso hicieron un esfuerzo simbólico para defender a los dreamers, negándose a aprobar el presupuesto federal y generando una clausura general de las oficinas gubernamentales durante un par de días. Sin embargo, esta dignidad legislativa duró muy poco; los principales líderes demócratas rápidamente cedieron a las presiones de Trump y suspendieron su protesta.

Con enorme hipocresía, Trump ahora ofrece un “camino hacia la legalización” para 1.8 millones de migrantes en un futuro lejano, en un periodo de 10 a 15 años, a cambio de la aplicación inmediata de una serie de medidas antimigrantes: la construcción del muro, el fin a los permisos de reunificación familiar y un aumento en las deportaciones de los casi 9 millones de migrantes que no estarían cubiertos por el nuevo programa.

¿Morderán los demócratas el anzuelo? ¿Se dejarán engañar por las mentiras de Trump sobre su fingido compromiso con los migrantes supuestamente “bien portados” hacia el futuro a cambio de otorgar su permiso en el presente para literalmente disparar en contra de todos los otros migrantes supuestamente “mal portados”?

Todo parece indicar que así será el lamentable desenlace. En este caso, se confirmaría una vez más que no solamente México, sino también Estados Unidos requieren de una profunda transformación en su sistema político. Una victoria electoral para el Partido Demócrata en las elecciones legislativas de 2018 o en las próximas elecciones presidenciales, en 2020, no resolverá el problema sino que solamente serviría para consolidar la hipocresía institucionalizada.

Tanto al norte como al sur del Río Bravo, la simple “alternancia” no es suficiente. En Washington también habría que apostarle a un verdadero cambio de régimen.


Twitter: @JohnMAckerman